domingo, 27 de agosto de 2017

CELOSA APRENDIZ DE SICARIA.

Huatusco, Ver.- Los celos taladraron su inconciencia hasta lograr convencerla que era necesario enfrentar a su rival de amores en esa humilde comunidad donde la pobreza se respira por todos los rincones.

A las pocas horas de entrada la noche Inocencia que no era tan inocente buscó dentro del viejo ropero la pistola que su amado guardaba por cualquier cosa que se ofreciera y “para defender el honor de la familia”, siempre lo había escuchado por
boca de su amado.

Encontró el arma cargada al fondo del viejo y apolillado mueble de pino envuelta en una bolsa, la acaricio y la observó largo rato, titubeo un poco, apuntó pensando en La Concha, diminutivo de Concepción, la misma que, las malas lenguas de vecinas chismosas le dijeron haber visto en las faldas del cerro platicando con su infiel marido.

Decidida salió de la casa de madera, piso de tierra y laminas de cartón, supo que la Concha estaba parada afuera de su propia vivienda observando un grupo que canturreaba cerca de la capilla de la comunidad.

Anduvo por la vereda, evitó la calle principal para no toparse con algún vecino chismoso que fuera a alertar a todos de su presencia colgando el brazo derecho con la pistola en la mano pegada al cuerpo que por momentos cubría con su larga y pintoresca falda color verde chillón.

Al acercarse a su destino observó de lejos, caminaba lento y detenía su andar un poco de vez en cuando, acechando a su presa, la voy a matar, pensaba mientras trataba de ubicar desde la oscuridad a su victima.

Todavía intentó calmarse y regresar a su morada, pero los celos de imaginar a su marido en brazos de su rival le dieron alientos para seguir avanzando y culminar sus acciones.

Pensaba dispararle de lejos, correr y huir entre los montes para no ser vista y evitar la captura, sin embargo cuando se dio cuenta estaba entre varias personas que ni se percataron de su presencia, tampoco de la pistola que portaba.

Cuando alzó la vista, absorta en sus pensamientos y en su deseo de venganza, los celos la cegaron aun más al ver a la Concha al otro lado de la calle, separadas solo por unos cuantos metros de distancia.

Al mirar a su rival de amores no se pudo contener, alzó la pistola y apuntó a su objetivo, entre maldiciones y mentadas de madre le gritó a todo pulmón, “vengo a matarte pendeja, quita maridos”…

Los testigos no escucharon más, el estruendo del disparo en medio de la noche alertó a los presentes, la Concha alcanzó a escuchar las amenazas y el tronido del disparo que erró por mucho, la falta de pericia no le dio oportunidad a la aprendiza de sicaria que volvió a apuntar el arma.

La victima huyó despavorida, ingresando a su vivienda, entro por la puerta del frente y salió por la puerta trasera, las enaguas volaban y los pies casi sin tocar el suelo la llevaron detrás de un montículo donde se clavaron otros disparos más.

Una vecina y familiar de la Concha logró jalar a la sicaria de los hombros cuando apuntaba el segundo disparo que se fue en una dirección mas distante mientras la victima ponía tierra de por medio.

El marido y motivo de la discordia llegó corriendo al lugar de los hechos, alertado por sus vecinos fue a buscar a su pareja que a punto estuvo de cometer el crimen pasional por culpa de las andanzas del marido cochinón.

“Por ti, por tu amor vine a matar a la Concha”, le dijo Inocencia a su marido, ella estaba sentada en el suelo, escoltada por familiares y vecinos de Concepción, le habían arrebatado la pistola después de media docena de disparos realizados en diferentes direcciones.

“Se van a ir al bote los dos”, le espetaron a su llegada al Don Juan, que entre orgulloso por su hombría y asustado por los hechos violentos no atinaba a decir una palabra.

Acostumbrados a resolver sus controversias mediante usos y costumbres de la comunidad colindante entres los estados de Veracruz y Puebla, los vecinos dejaron que la decisión la tomara la parte agraviada.

Pasaron los días y a menos de una semana la Concha fue vista en una vereda agazapada entre la maleza, acompañada por una pistolera, ambas mujeres portaban dos piedras en cada mano a la espera del pasó de la Inocencia para lapidarla a pedrada limpia.


La intervención de una persona ajena a los hechos las hizo desistirse, por lo menos ese día de acabar con la vida de la Inocencia que ya es buscada en ese lugar por la concha que se quiere cobrar la afrenta y el susto por la tirotiza nocturna que por poco le cuesta la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario