domingo, 20 de septiembre de 2015

CIENTOS ACOMPAÑAN SEPELIO DE FALLECIDOS EN DESLAVE DE CALCAHUALCO.

Florencio González Peña.
Calcahualco, Ver.- Los cuerpos de los cinco menores y de su madre fallecidos por un deslave en la localidad Xilomichi del municipio de Calcahualco fueron sepultados la tarde de este sábado en el panteón municipal.

Las campanas de la capilla de Santa María de Guadalupe están doblando a duelo, el párroco
sale a recibir los seis cuerpos que desde minutos antes fueron colocados a las puertas de la iglesia.

Media docena de estallidos de cohetones anuncian el inicio de la celebración eucarística, uno a uno los féretros de diferentes tamaños son ingresados hasta quedar frente al altar, donde la mirada tierna de la madre guadalupana los mira desde su inmóvil sitio permanente.

Cientos de vecinos partieron bajo el fuerte y quemante sol de media tarde con el cortejo, después de la misa de cuerpo presente, donde el párroco Luís Enrique Hernández pidió paz para la familia y resignación para el padre y esposo sobreviviente de la tragedia que enlutó a la comunidad entera.

Al frente el féretro color negro donde descansan los restos mortales de la madre Rosalina Martínez Nativitas, detrás jóvenes se turnan para cargar cinco féretros de color blanco que albergan los cuerpos inertes de los hijos.

El padre y esposo, Bernardo Fuentes Martínez, arrastra sus pasos, tiene la mirada perdida, extraviada, sus movimientos y sus reacciones son autómatas, sus hermanos andan bastante preocupados por él, “así anda desde el día que ocurrió la tragedia”, dicen sus familiares y vecinos que respetuosamente le piden a la prensa no tomar más fotos.

Temen que el hombre tome una decisión fatal para alcanzar a su familia, y lo peor, la ayuda oficial con atención psicológica no llega, piensan que la distancia sea motivo para que dicho apoyo le sea negado al hombre que cae en ese abismo sin fondo.

Los vecinos y sus parientes recuerdan y reviven los hechos de aquella madrugada cuando escucharon los gritos de auxilio; Bernardo “salvo la vida de milagro”, comentan, “escuchó un extraño ruido y se levantó de su cama para averiguar que estaba pasando”, refieren sus vecinos que ayudaron en el rescate de los cuerpos.

No logró alertar a su familia del peligro que se cernía sobre ellos, retornaba a despertar a su familia cuando el cerro desató su furia y la avalancha arrasó con su morada y con su familia, dejando al sobreviviente de pie con el lodo hasta el pecho, permitiendo que gritara en demanda de ayuda.

Su hermano que tiene su casa a unos doscientos metros al otro lado del arroyo que esa madrugada era un desbocado y caudaloso río, escuchó los gritos de auxilio, creyendo que su consanguíneo había llegado borracho pensó unos segundos antes de acudir en su ayuda.  

Por algún motivo aquella madrugada el hermano no había podido conciliar el sueño, lo que permitió escuchar los desgarradores gritos que rompieron la fría y lluviosa noche pidiendo un azadón o una pala para salir del lodo que lo aprisionaba y amenazaba con tragárselo también.

Bajó y cruzó el improvisado puente hecho con troncos que en esos instantes el agua del afluente le pasaba por encima, corrió los últimos pasos solo para encontrarse con la enorme tragedia y mirar a su hermano hecho prisionero por las garras de la naturaleza.

Como pudo lo arrancó del fango y de la desgracia donde se encontraba, Bernardo lloraba a mares y pedía le ayudara su hermano a sacar a su familia con la esperanza de que estuvieran aun  con vida.

Su familiar prácticamente lo arrastró y lo llevó al otro lado del río que cruzaron de puro milagro, el agua pasaba muy por encima del endeble puente que ya estaba a punto de sucumbir por la fuerte corriente.

Corrieron en demanda de ayuda que se organizó lo más inmediato que los vecinos pudieron, rápido salieron con palas, azadones, picos y otros accesorios para buscar a los menores y a la madre de familia que permanecían bajo cientos de toneladas de arenas lodosas.

Bernardo Fuentes lo perdió todo, anda desde la madrugada del jueves 17 de septiembre sin poder dormir, sin tomar alimento y sin poder hilar nada de nada, la tragedia no pudo ser mayor para él.

Los últimos trece años los vivió con su esposa y sus hijos, entre un exceso de penurias, mandaba a sus hijos a la escuela, la madre cuidaba de ellos mientras el padre de familia salía a trabajar en los bancos de arena cerca de Coscomatepec.

Su trabajo era de alto riesgo, estaba encargado de subir por la pendiente y provocar las avalanchas de arena y grava para que esta cayera y fuera cargada en el fondo de la mina.

Hoy, durante el funeral, es rodeado de docenas de familias, pero él esta totalmente solo, no le queda nada ni nadie por quien seguir luchando, solo los recuerdos que le atan a un pasado cortado de tajo que se llevó su más preciado tesoro, su esposa e hijos mientras estaban dormidos.


Fue así, después del sueño nocturno que inició esa larga pesadilla que no se quiere terminar y que tiene atrapado a Bernardo Fuentes entre esa terrible realidad y su deseo que todo siga siendo parte de un mal sueño que no lo deja despertar.

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