Florencio González Peña.
Calcahualco, Ver.- Los
cuerpos de los cinco menores y de su madre fallecidos por un deslave en la
localidad Xilomichi del municipio de Calcahualco fueron sepultados la tarde de
este sábado en el panteón municipal.
Las campanas de la capilla
de Santa María de Guadalupe están doblando a duelo, el párroco
sale a recibir
los seis cuerpos que desde minutos antes fueron colocados a las puertas de la
iglesia.
Media docena de estallidos
de cohetones anuncian el inicio de la celebración eucarística, uno a uno los
féretros de diferentes tamaños son ingresados hasta quedar frente al altar,
donde la mirada tierna de la madre guadalupana los mira desde su inmóvil sitio
permanente.
Cientos de vecinos partieron
bajo el fuerte y quemante sol de media tarde con el cortejo, después de la misa
de cuerpo presente, donde el párroco Luís Enrique Hernández pidió paz para la
familia y resignación para el padre y esposo sobreviviente de la tragedia que
enlutó a la comunidad entera.
Al frente el féretro color
negro donde descansan los restos mortales de la madre Rosalina Martínez
Nativitas, detrás jóvenes se turnan para cargar cinco féretros de color blanco
que albergan los cuerpos inertes de los hijos.
El padre y esposo,
Bernardo Fuentes Martínez, arrastra sus pasos, tiene la mirada perdida,
extraviada, sus movimientos y sus reacciones son autómatas, sus hermanos andan
bastante preocupados por él, “así anda desde el día que ocurrió la tragedia”,
dicen sus familiares y vecinos que respetuosamente le piden a la prensa no
tomar más fotos.
Temen que el hombre tome
una decisión fatal para alcanzar a su familia, y lo peor, la ayuda oficial con
atención psicológica no llega, piensan que la distancia sea motivo para que
dicho apoyo le sea negado al hombre que cae en ese abismo sin fondo.
Los vecinos y sus
parientes recuerdan y reviven los hechos de aquella madrugada cuando escucharon
los gritos de auxilio; Bernardo “salvo la vida de milagro”, comentan, “escuchó un
extraño ruido y se levantó de su cama para averiguar que estaba pasando”,
refieren sus vecinos que ayudaron en el rescate de los cuerpos.
No logró alertar a su
familia del peligro que se cernía sobre ellos, retornaba a despertar a su
familia cuando el cerro desató su furia y la avalancha arrasó con su morada y
con su familia, dejando al sobreviviente de pie con el lodo hasta el pecho,
permitiendo que gritara en demanda de ayuda.
Su hermano que tiene su
casa a unos doscientos metros al otro lado del arroyo que esa madrugada era un
desbocado y caudaloso río, escuchó los gritos de auxilio, creyendo que su
consanguíneo había llegado borracho pensó unos segundos antes de acudir en su
ayuda.
Por algún motivo aquella
madrugada el hermano no había podido conciliar el sueño, lo que permitió
escuchar los desgarradores gritos que rompieron la fría y lluviosa noche
pidiendo un azadón o una pala para salir del lodo que lo aprisionaba y
amenazaba con tragárselo también.
Bajó y cruzó el
improvisado puente hecho con troncos que en esos instantes el agua del afluente
le pasaba por encima, corrió los últimos pasos solo para encontrarse con la
enorme tragedia y mirar a su hermano hecho prisionero por las garras de la
naturaleza.
Como pudo lo arrancó del
fango y de la desgracia donde se encontraba, Bernardo lloraba a mares y pedía
le ayudara su hermano a sacar a su familia con la esperanza de que estuvieran
aun con vida.
Su familiar prácticamente
lo arrastró y lo llevó al otro lado del río que cruzaron de puro milagro, el
agua pasaba muy por encima del endeble puente que ya estaba a punto de sucumbir
por la fuerte corriente.
Corrieron en demanda de
ayuda que se organizó lo más inmediato que los vecinos pudieron, rápido
salieron con palas, azadones, picos y otros accesorios para buscar a los
menores y a la madre de familia que permanecían bajo cientos de toneladas de
arenas lodosas.
Bernardo Fuentes lo perdió
todo, anda desde la madrugada del jueves 17 de septiembre sin poder dormir, sin
tomar alimento y sin poder hilar nada de nada, la tragedia no pudo ser mayor
para él.
Los últimos trece años los
vivió con su esposa y sus hijos, entre un exceso de penurias, mandaba a sus
hijos a la escuela, la madre cuidaba de ellos mientras el padre de familia
salía a trabajar en los bancos de arena cerca de Coscomatepec.
Su trabajo era de alto
riesgo, estaba encargado de subir por la pendiente y provocar las avalanchas de
arena y grava para que esta cayera y fuera cargada en el fondo de la mina.
Hoy, durante el funeral,
es rodeado de docenas de familias, pero él esta totalmente solo, no le queda
nada ni nadie por quien seguir luchando, solo los recuerdos que le atan a un
pasado cortado de tajo que se llevó su más preciado tesoro, su esposa e hijos
mientras estaban dormidos.
Fue así, después del sueño
nocturno que inició esa larga pesadilla que no se quiere terminar y que tiene
atrapado a Bernardo Fuentes entre esa terrible realidad y su deseo que todo
siga siendo parte de un mal sueño que no lo deja despertar.
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