Rafael Pérez Cárdenas.
Domingo 18 septiembre, 2016.
México está acostumbrado a escribir su historia sobre el estoicismo de
la tragedia. Hemos sido paridos por la desgracia, y sobre ella, no sólo hemos
construido a nuestros héroes sino también a nuestras instituciones.
Ahora sí que literalmente, desde que el mundo es mundo, el territorio
que hoy ocupa nuestro país ha sido escenario de grandes desastres naturales.
Basta recordar que fue en la península de Yucatán donde se presume cayó el
meteorito que habría extinguido a los dinosaurios. Millones de siglos después,
el cataclismo ha dejado una de las regiones más bellas del planeta.
Tuvo que llegar una tragedia inimaginable, brutal y dolorosa, para
darnos cuenta que México no tenía conocimiento ni organización alguna en
materia de protección civil. Hasta entonces, sólo el Ejército era capaz de
atender a una población afectada, pero no existía el conocimiento, la
investigación, y menos aún, los recursos y las instituciones para generar
condiciones de seguridad a la población ante desastres naturales de tal
envergadura.
Hoy se cumplen ya 31 años del sismo de la ciudad de México, en aquél
lejano septiembre de 1985, cuando la vida social y política del país cambió
para siempre. Frente a la desgracia natural y la incapacidad del gobierno para
enfrentarla, la sociedad mexicana transitó por una orfandad institucional; los
capitalinos fueron desplazados dentro de su propia ciudad, y descubrimos que a
pesar de nuestras condiciones geográficas, el país era incapaz de atender un
fenómeno de esta naturaleza.
El gobierno federal fue rebasado –entonces el gobierno de la ciudad
recaía en un Regente nombrado por el Presidente- y la sociedad chilanga asumió
el protagonismo que hoy detenta. Sobre los escombros humeantes de lo que fue la
orgullosa capital del país, fue entonces que surgieron, con varias décadas de
demora, diversas iniciativas para crear una institución que estudiara los
aspectos técnicos de la prevención de desastres.
En solidaridad, el Gobierno de Japón ofreció su apoyo para
capacitar a especialistas mexicanos en la prevención de desastres sísmicos. La
Universidad Nacional (UNAM) hizo lo propio y preparó a una nueva generación de
personal académico de alto nivel para que se dedicara a actividades de
investigación y desarrollo en prevención de desastres. Y en su seno albergó lo
que a partir del 20 de septiembre de 1988, sería el Centro Nacional de
Prevención de Desastres, CENAPRED.
Y esto, ¿qué tiene que ver con Veracruz? Pues resulta que, al inicio de
la administración de Carlos Salinas de Gortari, la Secretaría de Gobernación
encabezada por el veracruzano Fernando Gutiérrez Barrios incorporó a su
organigrama la Dirección General de Protección Civil, la misma que sería la
encargada de construir los cimientos del Sistema Nacional de Protección Civil
que hoy conocemos.
Uno de sus fundadores fue precisamente Armando Méndez de la Luz. El
joven Méndez –como lo hacía llamar Yayo Gutiérrez-, emigró a la capital del
país y empezó a construir de cero lo que sería la nueva Dirección General.
Entonces no había nada. Ni planes o programas, tampoco organigrama, y en
consecuencia, ni siquiera presupuesto para atender contingencias. Llegar a la
segunda planta del edificio de Abraham González 48 había sido una labor
titánica. Sin embargo, discreto y estudioso como siempre ha sido, Méndez de la
Luz recorrió el mundo buscando las respuestas al proyecto que requería un país
en riesgo permanente como el nuestro.
No sé si la suerte o la política lo trajeron de vuelta a Veracruz,
donde más tarde sería uno de los presidentes municipales mejor recordados.
A su partida, a la Dirección General de Protección Civil llegó otro
veracruzano, Fabio Tulio Zilli Viveros –actual auditor Especial de Legalidad y
Planeación en el ORFIS-; amigo cercano del recién nombrado Subsecretario de
Gobernación, Dionisio Pérez Jácome, Zilli Viveros era un técnico que ayudó a
consolidar el proyecto institucional del Sistema. De ambos fui colaborador.
Por eso, hoy que se celebra en México el “Día Nacional de la Protección
Civil”, podemos decir que tiene mucho sabor veracruzano.
La del estribo…
Hoy habrá simulacros de
protección civil en prácticamente todo el país. ¿Y si ante el desastre
económico, el terremoto político y el huracán sucesorio que impactan a
Veracruz, mejor nos evacuamos todos?
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